viernes, 10 de octubre de 2008

Sandinistas

Al salir de Managua en Lunes 29 Septiembre, decidimos a quedarnos un par de días en León. El pueblo estuvo celebrando los patronales de San Jerónimo y había puestos de venta de chechere, comida y cerveza atreves del parque central enfrente de la iglesia donde una escultura de un león se cuida la sepultura de Rubén Darío. Al otro lado del parque, hay un palacio anciano que era un palacio municipal de la guardia nacional hasta la revolución. En León uno no puede olvidar que Nicaragua pasó por una revolución recientemente. Las banderas del partido Sandinista (el partido de Daniel Ortega, el presidente) se quedan puestos a los faroles alrededor de la ciudad. La bandera fue hecho primero por Augusto César Sandino, un revolucionario folclórico Nicaragüense y es rojo y negro.

Enfrente el palacio municipal, un grupo de hombres medios viejos estuvo celebrando el día de San Jerónimo chupando botellas de cerveza y fumando. Yo había leído sobre un museo de la revolución que yo quería visitar, pero Penny no quería pasar el grupo de hombres medio borracho sin saber seguramente que el museo se queda en el edificio donde ellos tomaron. Pero nuestro coraje subió cuando uno de los hombres nos llamó, "Museo ... Revolución". Y entonces, nos marchamos hasta el edificio a ver que tal con el museo.

Principalmente tiene copias de periódicos viejos pegados a las paredes de un cuarto con tape. Pero hay varios mapas y se muestra también ejemplos de las bombas hecho por mano y usado por los Sandinistas. Nuestro guia, uno quien cargaba el olor de cerveza y humo, demoró mas de una hora dándonos la historia revolucionario de Nicaragua. El museo sirve como un VFW en los Estados Unidos, como un club para ex soldados. Roberto usó un palito a apuntar las fotos y su conocimiento de la historia era impresionante. Al fin de la exhibición, nos trajo al azotea para ver la ciudad de la cima. Nos apuntó las tres cárceles que la guardia nacional uso durante la guerra el fue preso en dos y al soltar lo, salió para las montañas. Me dijo la palabra amontañado, "estaba amontañado varios años".

Su actitud sobre la guerra me recordó de una obra de teatro por Camus que leí hace 10 años. No recuerdo el nombre, pero recuerdo su guerra que llegó como una tormenta a los pueblos de España. Roberto y sus colegas me parecían como sus vidas fueran agarrado por una tormenta afuera de su control. Y si estuviéramos viendo una victoria (al fin, ellos estaban disfrutando el día de San Jerónimo en un palacio que sacaron de la guardia) tendría que preguntar si esta victoria fuera lo que esperaron. Mas tarde, en el hotel, aprendí que la dueña huyó del país por 20 años a Guatemala durante la guerra. Si fuera una tormenta, tendría que decir que tiró mucho agua en León.

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