Escribo hoy de la biblioteca en Columbia, Misuri. Hablé en la mañana con mi papa que me contó que mi abuelita, Nana como le llamamos, está muriendo. Hoy, una enfermera le dió un pinchazo a su pie y ella no reaccionó entonces estan pensando que probablemente morirá muy pronto. El muerte es triste siempre, pero mi Nana ya tiene 94 años y ella decidió que en vez de recibir un tubo de nutrientes en su estomago y quedarse en el hospital por meses, quería volver a su casa para partir del mundo donde ella siente comoda. Entonces, no escribo de una tragedía, escribo de un fin. No me malentienda, tengo lagrimas en mis ojos a ver las fotos sacadas hace un año de ella con mi mama (abajo) y arriba de ella hablando enfrente un retrato de mi abuelo durante una ceremonía en que renombró el juzgado federal de Miami para el, Carl Clyde Atkins. Pero todo el mundo muere y ahora viene el tiempo de mi Nana. Entonces hoy, pienso en ella no con triste por su fallecimiento pero con alegría por su vida.
miércoles, 25 de marzo de 2009
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